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Un imperativo pedagógico: la humanización del TDAH en la escuela.

Por septiembre de 1970, el New York Times publicaba los resultados de un estudio dirigido por Charles E. Silberman en el que se llegaba a la conclusión de que la mayor parte de las Escuelas no sólo no logran educar bien a los niños, sino que además son “opresivas”, “feas” y “tristes”.  El informe de dicho estudio, por aquel entonces, ya recomendaba un reordenamiento drástico de las aulas con una orientación menos rígida y convencional de manera que el alumnado tuviera mayor libertad para utilizar sus propios intereses como punto de partida para su educación.  Además, señalaba que numerosos centros educativos viven demasiados obsesionados por el orden, el control y la rutina;  y que algunos alumnos eran en cierto modo “oprimidos”  mediante prácticas de represión sistemática como consecuencia de ser las propias escuelas quienes realmente generan sus problemas de disciplina, pasividad y conformismo.

En este sentido y atendiendo a la situación actual, es evidente que la Escuela de hoy es un organismo muy complejo que se encuentra abocado a una crisis significativa, al existir una marejada creciente de desmoralización, descontento e impotencia por parte de alumnos, padres y docentes. 

Los alumnos con TDAH están especialmente descontentos por la falta de sentido y significatividad de los contenidos que les tratan de imponer y por lo que consideran una ausencia total de estimulación en los procesos de enseñanza-aprendizaje.  Además, con frecuencia no establecen vínculos positivos con dicha Institución ni sentido de pertenencia porque la formación académica que están recibiendo en la mayoría de los casos no se adapta a su constelación particular de factores diferenciales ni satisface sus necesidades cognitivas, emocionales y sociales.

Los padres, a su vez también están muy preocupados por la falta de coherencia en los procesos educativos, los apoyos específicos y los resultados académicos.  En muchas ocasiones, se sienten incapaces de manejar adecuadamente la desobediencia, la falta de respeto, las conductas desafiantes o las normas, porque si bien los factores psicosociales y familiares no se constituyen como causas etiológicas del TDAH, si se ha demostrado que son factores de riesgo determinantes en la manifestación de éste en cuanto intensidad, evolución y posibilidades que tendrá el niño o el adolescente con TDAH de integrarse convenientemente en el proceso educativo y lograr los aprendizajes esperados.

Los docentes,  tienen muchas veces la sensación de estar inadecuadamente preparados para afrontar la multitud de desafíos que actualmente presenta la educación de los niños y adolescentes TDAH, porque aunque conocen la asignatura que enseñan, la mayoría no han adquirido las competencias necesarias para motivar a los alumnos en su aprendizaje.  En sí, es cierto que son capaces de ejecutar la «doctrina académica»  pero en demasiadas ocasiones, sin tener en cuenta algo tan esencial y complejo como los sentimientos, actitudes y valores.  La enseñanza y el aprendizaje cuando no son agradables y divertidos, resultan muy difíciles y más aún, cuando el éxito escolar y las actitudes positivas hacia la escuela  van a la par.  Así que, si lo que realmente queremos es educar, debemos estar en unas condiciones optimas para manejar y conducir pertinentemente las emociones, la motivación, las habilidades de aprendizaje y la personalidad singular de cada alumno en su totalidad, sin suponer jamás, que si un alumno está ubicado en un curso, tiene que ser capaz de realizar las tareas del mismo, ya que la frustración, el fracaso, la indiferencia y la acción disciplinaria continua debida a la falta de aprendizaje y expectativas a la que suelen estar expuestos los alumnos TDAH, puede generar problemas significativos a nivel de rendimiento académico y regulación comportamental, especialmente, si han adquirido sus roles y los conceptos sobre sí mismos a través de actitudes negativas hacia ellos expresadas por otros.

Los docentes debemos tratar siempre de conocer las circunstancias reales de la vida de nuestros alumnos y esforzarnos por reducir las dificultades funcionales que puedan presentar, ya que si el alumno siente que el docente se preocupa por sus problemas e intenta ayudarlo de algún modo, es muy probable que sus sentimientos hacia la escuela sean más positivos de lo que serían en el caso de que en ella, no se redujera su tensión.   Es más, todos sabemos que un síntoma no tiene porque responder siempre a una causa psicológica o patológica profunda, sino que a veces puede ser un indicador de una «reacción sana” del alumno a un conjunto de circunstancias del medio.  Y, en este sentido debemos estudiar cada caso de forma particular para tratar de comprender el significado que puede tener la conducta para el alumno y las razones que lo “obligan” a persistir en ella. 

Además, debemos ser conscientes de que los alumnos TDAH, cuando encaran las diferentes exigencias de la Escuela, deben aprender con frecuencia diferentes hábitos y comportamientos, (especialmente con el inicio del nuevo curso escolar o después de periodos no lectivos) por lo que no podemos dar por supuesto que todos ellos saben o recuerdan ya ciertas cosas, simplemente por ser eso lo que se espera de ellos, ya que en multitud de ocasiones, es obvio que no pueden presentar la conducta deseada debido a que no la recuerdan correctamente o no se les ha enseñado a comportarse de la manera que le estamos demandando. 

El alumno TDAH es un ser total, que piensa, siente y actúa, todo al mismo tiempo, tiene acceso a todos sus recursos, y cuando hay algo que le gusta, motiva o atrae tiene la tendencia a explorar y entregarse totalmente a su proceso de autoaprendizaje.  Y en este sentido,  evidencio que a su forma de ser y aprender, no se le está dando la importancia ni el valor que realmente debería tener hoy en la educación institucionalizada, ya que la excesiva preocupación por el orden, el control y los resultados cuantitativos hace que los docentes se conviertan en “guardianes” de disciplina en pro de lograr como objetivos finales en las aulas “terminar el programa” y la  “ausencia de ruido y movimiento”. 

Y esto, es algo que tiene que cambiar radicalmente si queremos evolucionar porque el que los alumnos estén sentados y en silencio, sin moverse durante tantas horas es contrario a la naturaleza y más aún, si partimos de suposiciones equívocas de que todos los alumnos de un grupo-aula tienen que estar  interesados en el mismo tema, en el mismo momento y por la misma cantidad de tiempo. “Los alumnos no son tan desorganizados sino que lo desorganizador y desorganizado de la infancia en sí misma, son las aulas excesivamente formalizadas”.  Y la Escuela, no puede seguir estructurada de tal manera que los alumnos más vulnerables dependan exclusivamente de los docentes porque la curiosidad, espontaneidad y espíritu de los escolares con TDAH, junto con su capacidades, aptitudes, y deseos de pensar y  actuar por sí mismos, quedan lamentablemente damnificados o incluso destruidos.

La educación no es un deporte del que los alumnos deban ser espectadores estáticos, sino que es algo más que los compromete a ellos y a todos, porque es indiscutible que lo que menos necesitamos son mejores maneras de descuidar las verdaderas necesidades del alumnado TDAH, y más aun, si tenemos en cuenta que los dos componentes principales del aprendizaje son la información y la significatividad.

Los alumnos con TDAH necesitan sentirse valorados y seguros antes de sentirse desafiados en los procesos de enseñanza-aprendizaje, ya que si no están protegidos, y se sienten tensos o amenazados, “¡la amenaza!” siempre desalienta el aprendizaje, mientras que el desafío, lo promueve e impulsa significativamente porque con independencia del número de fracasos que haya podido tener un alumno en el pasado, no logrará tener éxito hasta que pueda de alguna manera experimentar dicho éxito como algo propio e importante en su vida. 

Es más, si el alumno logra tener éxito en la Escuela, tendrá mayores posibilidades de tener éxito en la vida, pero si ocurre lo contrario, sus posibilidades de abandono escolar temprano aumentan y las de tener éxito en la vida disminuyen. Por ello, es fundamental destacar que una de las claves más significativa está en la labor que deben ejercer los equipos docentes para prevenir que las conductas de inatención, hiperactividad e impulsividad se traduzcan en dificultades mayores o “vacíos” de aprendizaje identificando activamente los problemas del alumnado TDAH y examinando las barreras y deficiencias que suelen aparecen en algunas partes del Sistema Educativo, con la finalidad de poder ofrecerles siempre las oportunidades de aprendizaje que requieren y lograr posibilidades máximas de cambio, desarrollo y mejora mediante experiencias y prácticas educativas eficientes e inclusivas que aseguren su competencia. 

 

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